martes, 16 de diciembre de 2008

From Paris to Bourges

Tres días en Francia embriagan a cualquiera, incluso cuando el equipo de tu ciudad es vapuleado. Dolió mucho la derrota de Avenida porque siempre viajas con la ilusión de contar algo que emocione a tu gente. No pudo ser y ya que lo siento, pero no puedo negar que yo sí volví entusiasmado aunque por otras cosas.
Ver París es una experiencia que recomendaría a cualquier persona al menos una vez en la vida. Te pierdes en la inmensidad de su belleza. Llega un momento en el que no sabes hacia donde mirar. Cuando tu mirada ha quedado atrapada en un punto, algo te toca por la espalda llamando tu atención. Todo es demasiado grande, demasiado para creer que es cierto. Cuando digo grande no me refiero a su magnitud sino a lo que transmite. Es una pasada pasear metros y metros mientras bordeas el Sena, o sumergirte en el Louvre viendo a lo lejos los Campos Elíseos. Mientras, la Torre Eiffel te llama a gritos. Es una lucha constante. No puedes evitar mirarla de reojo en todo momento. Tienes que elegir porque está ahí siempre, pero eliges ver todo aunque siempre te quedas con ganas de ver más. No es posible.
En París pasamos un gran martes el amigo Alfonso y yo. Terminamos subiendo a la cima de la Torre, con parada en el segundo piso. Arriba había mucha niebla y nos quedamos con las ganas, pero mientras subíamos era suficiente para sentirnos los reyes del mundo. Eso si, a mi me impresionó más desde abajo. ¿Cómo se pudo construir algo así? Pareces un enanito en un mundo de gigantes.
El miércoles cogimos un coche para llegar a Bourges. 245 kilómetros de alternancia en la conducción porque el pateo del día anterior hacía estragos. Ah, y el frío. Siempre cero grados y bajando y allí los cero grados no son los de España. Es mucho peor. Llegamos al hotel de Avenida para comer con el equipo. Después entrevistas. A Willingham no parecía hacerle mucha gracia nuestra petición, pero después estuvo amable y casi simpática. Eso le sobra a Jordi Aragonés. Cuando le ves, te trata como a uno de los suyos. Tras unas partidas en la play (Luis Revilla de La Gaceta, Alfonso Vicente y yo) en las que soy goleado y casi humillado, al basket. Mejor hablar poco. Ya lo contamos y además no es para recordarlo. Solo mencionar la amabilidad de los franceses y la alta media de edad (altísima) de la afición de Bourges. La vuelta al hotel entre cábalas con José Ignacio Hernández. Tanto número nos marea a todos. Lo que tenga que pasar, pasará.
Y el jueves regreso, desastroso por cierto. Avión con retraso, tren perdido, bus que no existe y al final coche de alquiler entre sudores y dolor de brazo porque las maletas de la SER están hechas para cuerpo de gimnasio que evidentemente no tenemos.
De todos modos repetiría. Un sueño más cumplido y los que quedan…
Alberto Pérez

2 comentarios:

Anónimo dijo...

y q luego digan que el trabajo es duro... jaja

Anónimo dijo...

como os lo pasais por ahi, me dais envidiaaaa